CARTA DEL DIRECTOR: El gran apagón digital
- Pablo Aragón Blanco
- hace 4 días
- 2 Min. de lectura
Según empiezo a escribir me doy cuenta del significado de la débil pulsión que hacen mis dedos sobre las teclas y me imagino por un momento lo que sería el mundo sin la facilidad de acceso a toda la información.

Quizás estoy sobredimensionando los hechos que acontecieron hace algo más de una semana donde la luz se apagó y todos aquellos que vivimos en la península ibérica tuvimos que pausar toda actividad. Nos volvimos rudimentarios por unos instantes, cogimos el papel y el boli y desempolvamos del altillo aquella radio que creíamos ya caduca. Una buena refriega de humildad en tiempos de IA.
Las seis, ocho o diez horas que estuvimos en un mutismo visual de información para muchos fue una eternidad. Con seguridad muchos habíamos olvidado que significaba ese “mal” llamado silencio. Ese enemigo que el algoritmo penaliza y que nos lleva a hacer el eterno scroll infinito. Ya no es cosa de las generaciones con letras de abecedario saliente ni aquellas nuevas generaciones. Los que ya vamos peinando alguna que otra cana estamos cogiendo la nada sana costumbre de deslizar con el dedo de un lado para el otro. Sin darnos cuenta vivimos en una pantalla virtual donde las conexiones humanas están limitadas.
Y ahí es donde entra el yoísmo en su esencia más primitiva. No necesitamos interrelaciones y cada vez nuestra batería social es más roja. El nombrado como FOMO hace de las suyas y nos da golpecitos en el pecho para decirnos que hay algo que se nos escapa de nuestro control.
Ahora que la “tormenta” eléctrica ya pasó, lo analizo con cautela y reviso todos aquellos memes que vi en cuanto mi móvil volvió a la vida. No paran de repetirse todos aquellos que con sorna hacen recuento de acontecimientos históricos producidos en los últimos cinco años. Una pandemia mundial, el fin del reinado de Isabel II del Reino Unido, un panorama geopolítico que ríete de la ciencia ficción… Vamos que no hay tregua ni descanso.
Y ahora me pregunto… ¿viviríamos mejor si todo estuviera apagado? ¿volveríamos a la esencia del ser humano? ¿nos miraríamos a los ojos sin interrupción?
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