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MICHAEL JORDAN y el fanatismo del logo: La era en la que todos quieren un símbolo… porque él lo hizo primero

Michael Jordan ha vuelto a decir lo que todos saben pero pocos se atreven a pronunciar: si hoy cada jugador de la NBA cree que necesita un logo para existir, es porque él encendió la mecha hace ya casi cuatro décadas.

 


El Jumpman no fue un simple emblema; fue un manifiesto. Un aviso de que el deporte acababa de mutar en lenguaje visual, en estética pura, en religión de masas.

 

Su acuerdo con Nike en los 80 parecía un simple negocio, pero terminó reprogramando la historia del branding deportivo. Cuando aterrizó el primer Air Jordan, el mundo entendió que un salto podía convertirse en ideograma global, en símbolo pop multigeneracional, en el logo que sobreviviría a modas, algoritmos y egos XXL.

 

Hoy, cada deporte es una pasarela de símbolos autoproclamados: garras, iniciales, siluetas que aspiran a la eternidad. Pero Jordan insiste en que su universo significa algo porque nació de lo único que importa: lo que hizo en la pista. Comercio sí, pero siempre después del mito.

 

Y aunque existieron logos antes —Stan Smith manda saludos desde su cápsula del tiempo— ninguno ha alcanzado la categoría de icono cultural absoluto del Jumpman.

 

En resumen: todos quieren un logo. Pero solo uno convirtió un salto en un planeta entero.

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