Britney Spears, ícono de los 90 y los 2000, princesa del pop y diva a partes iguales, ha sido tendencia durante los últimos meses gracias al movimiento Free Britney. Una revolución mediática con el fin de exponer la violencia machista institucional que ha sufrido.
Y es que Britney desapareció hace unos años como por arte de magia y sin avisar. ¿Qué ocurría? ¿Por qué no sacaba disco? ¿Por qué cancelaba su show de Las Vegas? Según las malas lenguas la “locura” había vuelto a hacer mella en la que fuese la dueña del despertar sexual de muchos adolescentes.
Pero era harina de otro costal. Britney estaba bajo el yugo de la tutela legal de su padre Jamie Spears. Esto implicaba la retirada de la potestad de tomar sus propias decisiones, personales y económicas, durante un tiempo indefinido. La tutoría personal quedaba entre él y un abogado designado. Su padre decidía lo que comía, las veces que debía ingresar en un centro psiquiátrico, sus novios, su dinero… Todo. Incluso le implantaron un DIU contra su voluntad. La justicia puso la balanza y la espada del lado de un progenitor cuya máxima era desplumar a su hija a base de ir cortándole poco a poco la cabeza. Porque según este, ella no era merecedora ni capaz mentalmente de administrar su fortuna. Una que había conseguido amasar a base de sangre, sudor y lágrimas. Su autonomía fue arrebatada.
Trece años siendo el infierno en vida. Trece años de tortura. Y es que lo que a nadie le cabe en la sesera es que, si Britney padecía una enfermedad mental, ¿cómo podía trabajar? ¿Cómo podía bailar o actuar frente a miles de personas si tan mal estaba? Álbumes, perfumes, lencería, shows, jurado de X Factor… Todo con el fin de agrandar los bolsillos del “padre” de moral dudosa.
Nadie se podía hacer eco de la desesperación de la cantante. Se creía que la que fuera chica Disney era feliz en su retiro elegido. En 2019, Spears volvió a ser internada en un centro psiquiátrico, aparentemente contra su voluntad. Ahí ya sus seguidores, los más avispados, leían entre líneas. Veían como su querida Britney ponía mensajes encriptados en sus posts de Instagram. Retrataban su vida como una jaula de oro con barrotes bien adheridos a los cimientos de su mansión.
Aunque la cantante llevaba mucho tiempo descontenta con su situación, no fue hasta el verano de 2020 cuando logró ponerse frente al juez para lanzar un alegato a favor del final de este suplicio. Entonces, en noviembre del pasado año, decidió plantarse, dispuesta a no volver a soltar ni una sola nota musical hasta que no fuese liberada de las garras de Jamie. Ya era más que evidente que Britney quería ser libre. Vivir una vida sin restricciones. Los mensajes de apoyo de personajes de renombre no se hicieron esperar, pero ella tenía claro donde debía estar su lealtad. Su legión de fans no había parado de exponer esta problemática. Bajo el hashtag freebritney habían conseguido que se pusiese la lupa en una de las novias de América. Una novia a la que habían ghosteado.
No fue hasta este 2021, en tiempos de post pandemia, donde los hechos no han parado de sucederse. En febrero pudimos ver un documental del The New York Times donde se repasaba el sinsentido de la tutela durante la última década. Y la gran sorpresa llegó el pasado mes de junio cuando la propia Britney, armada con una armadura de titanio, pronunció un discurso de 28 minutos en la corte estadounidense. Spears describió la tutela como una "herramienta represiva y controladora en su contra" y que el sistema general que controla su vida personal y profesional tiene "Demasiado control. No estoy feliz. No puedo dormir. Estoy tan enojada que es una locura. Y estoy deprimida. Mi papá y cualquier persona involucrada en esta tutela y mi administración ... deberían estar en la cárcel".
Un testimonio desolador donde contaba sus penurias, con un nuevo abogado elegido por ella misma y con su caso incluso en el Congreso de EE UU. Tras esto se han sucedieron más acontecimientos como otro documental, pero ahora Netflix poniendo su sello, Britney vs. Spears. Fue estrenado el martes 28 de septiembre. En él, la periodista, Jenny Eliscu y la cineasta Erin Lee Carr investigan la lucha por la libertad de Britney Spears a través de entrevistas exclusivas e informes confidenciales.
Ahora la cantante se siente más libre que nunca. Recientemente retiraron de la tutela a su padre y con la ratificación oficial por parte del juzgado (el pasado 12 de noviembre) ha acabado la tutela judicial que ha controlado su vida.
Solo nos queda una pregunta en el tintero: ¿Quién va a devolverle el tiempo y la dignidad a Britney Spears?
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