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“La era del TWINK”: su verdadera realidad en la moda y la sociedad

Cuando nace una nueva etiqueta estética —y mueren tres más por desuso—, hay una que, lejos de desvanecerse, sigue dando titulares, discusiones y más de un quebradero de cabeza: el twink. Un nuevo término que muchos creen entender y una forma distinta de acabar este artículo.


La “pop culture” nos está invadiendo cada vez más con términos que se nos escapan de las manos, entre los cuales destacamos el llamado “twink”. Dentro de este podríamos indagar mucho más, pero de momento dejemos claro de qué estamos hablando.


Esta expresión coloquial se emplea (o empleaba) principalmente en los espacios LGBTQ+ para referirse a ese grupo de hombres homosexuales “más” afeminados y con ciertas peculiaridades físicas: delgadez (en la mayoría de los casos por genética), y juventud sin fronteras (o de aspecto joven técnicamente hablando).

 

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La larguísima historia —y la aún más larga definición— del territorio twink no podía quedarse quieta. Ha evolucionado, mutado y se ha reinventado con el tiempo, como todas las buenas identidades que se niegan a ser estáticas. Porque si algo sabemos, es que nada en este universo se mantiene igual… especialmente cuando el estilo y el deseo están de por medio.

 

Después de haberlo entendido ya podemos hablar de otras ramificaciones como es el “twink death”, ¿qué es eso de la “twink death”? Esto surge cuando una persona (hombre) considerada “twink” pierde sus propiedades físicas que lo hacen serlo, envejece y esa apariencia juvenil se pierde en el tiempo.

 

SER “TWINK” ESTÁ DE MODA PERO… ¿A QUÉ PRECIO? 


Cuando este término surgió (alrededor de la década de 1950), no se empleó lo suficiente hasta llegados los años 1990 y 2000, que fue cuando la figura del twink empezó a ocupar el centro del escenario queer, convertida en icono reconocible gracias a series como Queer as Folk y a toda una oleada de representaciones similares que lo colocaron bajo los focos.

 

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La polémica de esta tendencia hizo que otras comunidades sociales se sintieran marginadas: la estética que se instaló como “ideal” generó tensiones internas: otras corporalidades y expresiones quedaron relegadas a un segundo plano. Los estándares de belleza volvieron a estrecharse —rozando la delgadez extrema del heroin chic— y se reabrieron viejos debates sobre el acceso al privilegio, la exclusión y el edadismo dentro del propio espacio queer, especialmente entre hombres gais.


Con todo esto, el término se volvió a emplear de manera constante con la aparición de Timothée Chalamet en Call me by your Name, y desde entonces se estableció como algo que no desaparecería hasta el día de hoy. No obstante, críticos y medios de comunicación siguen hablando del tema y rechazando esa apariencia tan delgada del hombre blanco.


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En cuanto a lo que sentimos los que nos consideramos (o nos consideran) twinks en la sociedad, la realidad puede ser muy distinta a la fantasía. Juventud eterna, piel impecable, cintura minúscula y una alegría casi contractual. Sin embargo, digamos que el membership incluye una letra pequeña que nadie lee hasta que ya es demasiado tarde.


Cuando nos encasillan en un grupo como este, las expectativas se duplican, nuestros “deberes” o exigencias aumentan, hay que cumplir con un guión invisible: estar siempre tonificado, siempre simpático, siempre fotogénico. Y esa presión, por supuesto, no se queda en la superficie. Afecta a la autoestima, a las rutinas, a cómo te mueves por la vida… e incluso a cómo te enamoras o cómo te presentas ante el mundo.


En el universo hiperacelerado de las redes sociales, un gesto, una foto mal iluminada o un comentario fuera de tono puede cambiarlo todo en cuestión de segundos. Y entonces te preguntas —como cualquier buen columnista cosmopolita con exceso de café—:


¿Somos nosotros quienes habitamos las etiquetas, o son las etiquetas las que terminan habitándonos a nosotros?


EL TWINK QUE TE ARRUINA LA VIDA


No todos los hombres twink vienen con la bandera incorporada o tienen porque pertenecer al colectivo LGTBIQ+, sino que también los hay heterosexuales como algunos de los ejemplos que pondré a continuación.


Si prestamos atención, parece que dejar que un hombre aparentemente joven, guapo y emocionalmente imprudente (un tremendo desastre) te arruine la vida nunca ha sido tan trend. Se trata casi una fantasía: ese deseo peligroso de caer rendida ante un twink caótico que llega como una explosión de energía y deja atrás un rastro de desorden emocional, sexo de película y un catálogo entero de promesas que nunca tuvieron fecha de entrega.

 

No hay más que ver Anora, una de las películas más taquilleras del año pasado y ganadora de varios Oscars. Por muy seductor que sea el encanto de un twink impredecible, conviene recordar una lección básica: si te conquista demasiado rápido, probablemente hay truco. Un día estás jurando amor eterno en Las Vegas (y repito en Las Vegas); al siguiente, te despiertas sin él, sin respuestas y con dos matones golpeando la puerta de la mansión familiar en Mill Basin.

 

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