Virginie Viard le ha dado una vuelta de tuerca con esta nueva colección haute couture a Chanel. Viard utilizó el apartamento de Gabrielle Chanel en el número 31 de la rue Cambon como punto de partida para inspirarse, algo más que manido, pero siempre tan resolutivo.
En esta ocasión, pudimos ver el Chanel de siempre, pero con caras de animales impregnadas en lentejuelas sobre trajes tweed. También vimos la más que icónica camelia de Chanel elaborada en capas de tul, además de otros campos de flores primaverales bailando sobre maxivestidos y embellecidos en paneles de trajes.
Todo bajo el paraguas del circo. Este arte fue representado por las majorettes, donde los sombreros de copa, pajaritas y botas de cordones doradas o blancas con la famosa puntera bicolor de Chanel hacían de uniforme de tal espectáculo. Las capas de satén o los abrigos tweed complementaban los looks que se ceñían al cuerpo.
Viard recurrió al artista multimedia francés Xavier Veilhan para crear el decorado, que llenó de animales de madera, cartón y papel. Algunas de estas criaturas contenían a las modelos en su interior, y se abrían en el momento justo para revelar el siguiente look que salía a la pasarela. Lo más espectacular fue la salida de un gran elefante que transportaba a Anna Ewers como novia final, con su velo salpicado de decenas de golondrinas bordadas.
Fuera como fuese, el desfile de Chanel fue más de lo de siempre… Pureza, heritage y nada nuevo en el horizonte. Aún así, siempre el runway de Chanel es un gran show que ver.