Charles de Gaulle dijo una vez que había “llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”. Y tras ver como acontece en el mundo no puedo estar más de acuerdo.
Vivimos en una eterna irresponsabilidad donde unos pocos con poder y con ínfulas de considerarse dioses en lo terrenal amenazan nuestra estabilidad mental. No paro de ver imágenes de Gaza, de Mariúpol, de Yemen o de Etiopia. Me siento impotente y a la vez agradecido. Porque este discurso activista lo hago desde el privilegio. Desde un techo que cubre todas mis necesidades y con una cuchara bien llena cuyo metal casi no toca mi lengua, el alimento sobresale. Aun así, mi conciencia social me está dando toquecitos en la sien. Me está gritando con eco para ver si pongo especial atención. Ahí es cuando mi cabeza gira en una espiral y no logra alcanzar el qué estamos haciendo mal.
Superada esta primera cadena emocional y mental intento preguntarme el porqué de cada conflicto bélico. La conclusión siempre es la misma. El poder y el dinero. Los dos grandes males de las sociedades modernas. Me frustro, me hago girones y lloro de impotencia al ver la desnutrición infantil, los cuerpos ensangrentados y la masacre en torno a panfletos de idearios de cuarta. Siempre bajo la estela del concepto de patria, del que muchos se vanaglorian y cuyo fin último es la mezquindad definitiva. Y es que enarbolar una bandera cubierta de sangre carece de justicia poética. El odio al diferente no te hace un ser superior y, menos si cabe, el ocupar un territorio mediante la fuerza es la solución a ningún problema. Porque he ahí la cuestión que se repite en todo conflicto. Siempre hay un político con ansias de dominación que quiere hacer prevalecer su “poder” a través del fuego, las balas y la sangre. La megalomanía llega a limites insospechados y siempre hay fieles servidores dispuestos a adorar la psicopatía de su amado líder.
Que alguien ahora me explique por favor que estamos haciendo mal el resto. Que alguien me de las pautas para no ponerme una vez esta venda de hormigón armado ante tales abusos y, por último, pido que alguien ponga sentido y solución a los diferentes conflictos. Basta ya de ver impasibles como hay dos bandos, dos enemigos en la lucha. Los buenos y los malos, los antagonismos y la cruzada del y tú más tiene que acabar. Sé que quizás suene a cliché o a deseo nada original de algún concurso de belleza, pero hemos llegado al límite y el futuro no perdona.
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