El cuarto episodio de Euphoria es una consecución de momentos hilados que van cargando de dinamita a una bomba que está a punto de explotar.
Puede que estemos en otro nuevo episodio, pero los protagonistas no cambian: Rue, Elliott, Jules y Cal. El resto es puro relleno sin eclosionar.
CAL JACOBS Y SU AUTODESTRUCCIÓN
El renacer como un ave fénix tiene sus inconvenientes. Antes tiene que ser cenizas. Eso mismo ha debido de pensar Cal (Eric Dane) cuando ha conducido borracho al bar en el que se besó por primera vez con su amor de juventud. Tras ser expulsado de ese “refugio de paz” por una pelea que parecía acabar en otra noche de placer, vuelve a casa. Con el pene fuera del pantalón marca su territorio en el recibidor y en un ataque de “locura transitoria” o de pura sinceridad, decide gritar a los cuatro vientos (y a toda su familia en pleno) su verdadera naturaleza.
EL NO TRÍO
Rue (Zendaya) también va camino a la destrucción. Con una maleta cargada hasta los topes de drogas, nada le impide estar colocada en un continuo espacio tiempo. Tal es su grado de drogadicción que no percibe el placer sexual. A partir de ahí, un Elliot (Dominic Fike) carente de amor, está dispuesto a ser consuelo de Jules (Hunter Schafer). Discusiones y confesiones a media luz entre los protagonistas en las que el final lleva a una Rue a la soledad de su cuarto abriendo otra vez la maleta. Esa que pretende ser su caída en desgracia. Después de eso estamos ante una secuencia donde lo real y lo alucinógeno se mezclan. Una secuencia donde vemos a Rue en una iglesia. ¿Ha tenido una sobredosis? El capítulo cinco nos lo dirá.