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  • Foto del escritorPaula Polizzotto

Una prenda con historia: la minifalda y su mensaje feminista

Existe en la minifalda una sensación de sencillez difícil de superar. Es sexy, divertida y enseña con facilidad que en moda, muchas veces, menos es más.

Uno de los iconos más duraderos del movimiento feminista de los 60, en sus inicios, esta diminuta prenda sirvió como herramienta de lucha social para una generación femenina que reivindicaba la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Desde la cama, hasta la oficina, muchos cambios sociales y culturales tuvieron lugar en la década de los 60, obligando a la mujer a tomar conciencia de las profundas desigualdades que experimentaba en comparación con sus compañeros masculinos. A principios de la década comienza su lucha por un salario equitativo, el fin del acoso sexual en los lugares de trabajo o la legalización de los métodos anticonceptivos. Fue entonces cuando la minifalda se convirtió en un signo político. Esta prenda fue capaz de encapsular un movimiento de liberación sexual gracias al cual las mujeres comenzaron a acudir a sus citas sin supervisión de los padres, a elegir ellas a sus maridos y a besar a más de un hombre antes de casarse.

Al igual que en la década de los 20, los dobladillos suben y la pierna adquiere protagonismo cuando la mujer comienza a participar en la vida social y cultural de la misma forma que el hombre. Así, la minifalda fue un fiel reflejo de libertad e independencia femeninas.


Aunque André Courrèges presenta la minifalda en 1965 en trajes de corte geométrico que parecían confeccionados en papel, fue la diseñadora Mary Quant quien la comercializa a gran escala desde su boutique Bazaar, en King’s Road, Londres. La británica extiende el término ‘mini’ en honor a su coche preferido, el Mini Cooper, pues ambos eran compactos, se popularizaron en la misma época y representaban a la nueva generación emancipada que deseaba dejar de parecerse a sus padres -a partir de entonces, el término ‘mini’ se utiliza en moda para designar cualquier prenda que deja ver los muslos-. La falda amplia y voluminosa que había dominado la década anterior se reducía ahora a un rectángulo de tela calificado por los hombres y por algunas diseñadoras como Coco Chanel de obsceno e inmoral.

En la minifalda se concentraba el espíritu del juego de los años 60 junto al deseo de rebelarse contra la generación anterior, que había crecido educada en la represión moral de la posguerra. Con el triunfo de la minifalda el cuerpo de la mujer evoluciona hacia un cuerpo estilizado, poco pecho y mucha pierna. En Twiggy o Jean Shrimpton se personifica esta década, acercándose con la ausencia de curvas a la silueta masculina. Otros rasgos de feminidad acompañan este look, como los ojos Bambi, las medias de brillantes colores o los zapatos Maty Janes.


En los 70, la altura de la minifalda no puede subir más y, como consecuencia, baja hasta el suelo. Las maxifaldas acaparan el hype cultural en las calles y en las revistas. A lo largo de esta década, la minifalda deja de representar una bandera de lucha social, aunque feministas como Gloria Steinem siguieron demostrando con ella que una mujer podía ser sexy y fuerte a la vez.


En los ochenta, reaparece transformada: con volantes, con tablas -simulando las de uniforme de colegio-, metalizadas o en el traje working girl, que incluía un mensaje sutil de feminismo al vestir a mujeres que luchaban por conseguir los mismos puestos ejecutivos que los hombres. En los años 80, la minifalda es auténtica versatilidad, y en todas sus versiones, sinónimo de poder. El poder de la juventud, inocente y femenino por un lado, y por otro, el poder de las mujeres que exhiben con orgullo su sexualidad. Ejemplo de ello lo encontramos encima de los escenarios en nombres como Madonna o Cindy Lauper, que introdujeron esta prenda en la generación MTV, sexualizándola junto con medias de rejilla y cinturones anchos -para muchas mujeres, el epítome de la independencia y liberación del control patriarcal-.


Fotos: Izquierda, Cindy Lauper. A su lado, Madonna en un concierto en los ochenta (Pinterest).


En los 90, el girl power se convierte en el denominador común en la moda. Karl Lagerfeld reinterpreta los trajes clásicos de Chanel de los años 60, Versace los power suits -aunque con bastante menos tela-, y también viste a la nueva generación de supermodelos con cortísimas faldas metalizadas y jerséis de punto. Y entonces, en 1998, sucede: Britney Spears lanza el vídeo Hit me baby one more time, vistiendo uno de los looks más memorables y reproducidos de la historia de la televisión. El uniforme de instituto adulterado era el equilibrio perfecto entre la inocencia adolescente y la exploración de la sexualidad adulta. La chica buena y la chica mala nacidas la década anterior conviven en la minifalda de los 90, desterrando a través de iconos del pop como las Spice Girls -y su eslogan de Girl Power! pronunciado enfundadas en diminutas faldas- que el valor de una mujer no se define por la ropa que utiliza.


El cambio de siglo trae la minifalda muy mini, de tiro bajo y prescrita por el boom de it girls y celebrities como Paris Hilton, Nicole Richie o Lindsay Lohan. Dos décadas más tarde, Miu Miu la rescata y la convierte en la prenda más apetecible de la temporada. Reminiscente de aquel swinging look de los años 60 que la relega a los cuerpos esbeltos, su revival para este verano se apoya en la diversidad de género, edades y cuerpos, aunque no en la pasarela, sino en las imágenes que nos deja el street style de las semanas de la moda.

Fotos: Izquierda, Miu Miu SS 22. A su lado, Fendi SS 22.

Fotos: Prada SS 22, A su lado, Simone Rocha SS 22.


Son muchos los diseñadores que traen de vuelta al verano 2022 -Fendi, Dior, Simone Rocha, Pucci o Dion Lee-, pero Miuccia Prada combina magistralmente el sexappeal de la generación Z, el look boyfriend y el intelectualismo de los años 60. Faldas caqui, camisas masculinas y suéters cortos que revelan la ropa interior. Después de dos años conviviendo con la pandemia y cubriendo el rostro con mascarillas, la piel está de moda y, tras las propuestas de las grandes firmas para el próximo verano, podemos afirmar que en 2022 sigue siendo liberador vestir minifalda.


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